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III Concurso de Fotografía. Murcia. Etnografía, cultura y tradiciones
11/04/2008 - 30/04/2008
Producciones Propias
DE LA FOTOGRAFÍA ETNOGRÁFICA EN ESPAÑA
Francisco J. Flores Arroyuelo
En España, hasta hace pocos años, y tanto en la fotografía como en el cine, considerados ambos campos como documentación etnográfica de inestimable valor, apenas si han merecido la atención y utilización de los estudiosos de esta ciencia, e incluso de los historiadores de ambos campos, y ello a pesar de que tales colecciones de imágenes dicen con claridad y detalle de unas realidades sociales que conforme ha ido pasando el tiempo han ido creando irremediablemente pérdidas por imposición de las nuevas formas de vida que se han sucedido para dominar y homogeneizar el mundo.
Sólo a partir de las décadas de los setenta a noventa del siglo XX se comenzó a percibir y valorar lo que ello representaba, y primero lo fue sobre una oportuna y vaga curiosidad que se correspondía con la herencia del pintoresquismo heredado del romanticismo para, más adelante, mostrarse ganado por el interés manifiesto que merecían lo que dichas imágenes atesoraban, pues habían pasado a ser reconocidas en el valor de testimonio irremplazable que contenían, pero, lo queramos ver o no, ya era demasiado tarde, lo que supuso que se alzase la pregunta que hizo E. Ardevol cuando, en el año 2000 tituló un artículo ¿Dónde está el cine etnográfico en España?, para encontrarse con una respuesta más que limitada, aunque no hayan faltado antecedentes como la muestra que se proyectó bajo el título de Antología del cine antropológico, en la Filmoteca Nacional de España en 1977, así como otros trabajos que hoy son reconocidos bajo el rótulo de precursores, lo que nos lleva a los años cincuenta, aunque no lo haya sido así en el ámbito de la fotografía que, por razones económicas y técnicas propias de su condición, pasó a poder formar un patrimonio mucho más rico, aunque permaneciendo oculto en buena parte.
La fotografía etnográfica española tiene su proyección en una historia que dice de una evolución que se muestra acorde con las diferentes vicisitudes y circunstancias que en ella han ido concurriendo, lo que por un lado debemos comprender sobre las condiciones impuestas por la evolución técnica que fue marcando, paso a paso, una impronta que alcanzó a plasmarse en unas posibilidades de calidad cada vez mayores.
Junto a todo ello, también como parte de un juego que tenía su lado de magia, se fueron haciendo presentes las condiciones que inspiró la mirada del fotógrafo tras el visor en el momento de caracterizar el objeto elegido para su aprehensión, lo que es igual que decir que la sujeción de la realidad para poder pasar a mostrarla impresa en una uniformidad plana, y como tal sobre lo que debía admitirse como una imagen que portaba un sello propio, lo que comprendía y abarcaba desde la misma elección del objeto hasta el ángulo en que era tomado, pues todo ello, a su vez, traducía una intención de plasmarla sobre una visión.
Una visión que a veces pretendía ser realista y representativa, y otras simulada en lo que era o parecía que era, y también hasta ilusoria e idealizada, o lo que es lo mismo que decir que el fotógrafo siempre tomó la realidad para caracterizarla sobre unos claros presupuestos descriptivos y culturales, y como tales constituidos en prototipos, pues no en vano toda fotografía es un documento testimonial y representativo de una época con sus corrientes de pensamiento tales como el romanticismo, el positivismo, el empirismo...y desde un punto de vista político, el nacionalismos con una obligada mirada sobre lo considerado definidor de lo propio, y en un plano más amplio, y también sobre lo tenido por español, como el regenacionismo en su reacción a las consecuencias de la crisis del 98.
Pero junto a estas condiciones no debemos olvidar que la fotografía hizo su aparición coincidiendo con la expansión de la revolución industrial y su consiguiente transformación en muchos aspectos de la sociedad europea, como el primer éxodo rural, la mejora de las vías de comunicación, la ampliación de las áreas urbanas, el desarrollo de grandes estructuras de ingeniería como traída de aguas a las grandes ciudades o la realización de las vías férreas...Lo que, como reacción y claro contrapunto, condujo a que se viniese a ponderar y encomiar todo cuanto pasó al ser considerado como propiamente local, lo que en gran parte condujo a darse sobre los ámbitos considerados rurales, pues, a su vez, ello pasó a ser considerado y admitido por lo auténticamente popular y a que se difundiese por un movimiento que conscientemente se dejó guiar por la pretensión de salvar lo tenido por característico y definidor y en el que, desde un punto de vista plástico, y junto a la pintura y escultura costumbristas, no faltó la fotografía, que se preocupó por dejar fieles testimonios de los rostros de los campesinos de cada región, tipos, o verdaderos tipos ideales y bien representativos de una etnia autóctona, y como tales, hasta se pasó a considerarlos por menos que símbolos que podían contraponerse a los comunes y uniformes que dominaban en las ciudades.
En Murcia, de esta etapa contamos con la obra de Luis Federico Guirao Girada (1848-1921), político y gran aficionado a la fotografía, que supo captar el mundo de la huerta y de la ciudad sobre escenas que en un mayor proporción son testimoniales dela vida cotidiana, de la vida sorprendida por lo que se entendió por instantáneas, de las que se realizaron desde una intención de costumbrismo de composición, lo que hace que sus imágenes respiren frescura y vida más que una añoranza de un mundo fingido.
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