EXPOSICIONES TEMPORALES

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EXPOSICIÓN INMA SALAZAR

14/04/2010 - 31/05/2010


El Espacio Molinos del río_Caballerizas inaugura el martes 13 de abril, a las 8 de la tarde, una exposición de la joven  pintora INMA SALAZAR.

La muestra presentará sus últimas obras hasta  finales del próximo mes de mayo. Inma Salazar, nacida en Murcia, es Licenciada en Bellas Artes por la Universidad Politécnica de Valencia, últimamente ha residido en centro Europa. El pasado invierno obtuvo el segundo Premio de Pintura de la Cámara de Comercio de Murcia.

Con esta exposición El Espacio Molinos del río_Caballerizas sigue apostando por las jóvenes promesas del arte contemporáneo en Murcia, recordemos  las muestras de Mar Saéz, Kike Gomicia o Moisés Ruiz.

Como en anteriores ocasiones se ha editado un catálogo que cuenta con un texto de la profesora del Departamento de Historia del Arte de la Universidad de Murcia, Concepción de la Peña.

 

 

Retrato e identidad en Inma Salazar

El retrato se vincula al origen de la pintura. Redunda en tales consideraciones el conocido relato de Plinio el Viejo que refiere que la hija del alfarero de Corinto trazó sobre la pared el perfil del rostro de su amado que proyectaba su sombra. Permanecería como memoria visible de su imagen cuando éste se marchara. Tradicionalmente el retrato ha implicado cuestiones de identidad y parecido. Con la brecha abierta en el siglo XX, Joanna Woodall reflexiona sobre la muerte del retrato al abordar los cambios radicales operados en esa centuria. La mayor o menor fidelidad y realismo en la representación queda a voluntad del artista. El retrato ya no requiere plasmar una imagen reconocible, como había sido consustancial al género, lo que  lleva a plantear la cuestión de su redefinición y la determinación o indeterminación de sus límites.

En relación con la fotografía Roland Barthes declara en La cámara lúcida que “el parecido es una conformidad, pero ¿con qué?, con una identidad”. Continúa afirmando que “esta identidad es imprecisa, incluso imaginaria, hasta el punto de que puedo seguir hablando de “parecido” sin haber visto jamás el modelo”. Los Hemogramas de Fontcuberta son fotografías de gotas de sangre que el artista amplia y magnifica, recogiendo las iniciales de la persona a la que pertenecen, la fecha de la donación y el número de toma. Jean Fabre se autorretrata mediante una huella manchada de sangre de su dedo. ¿Se parece la huella al individuo?. No, pero tal vez lo identifica con mayor precisión que el más realista de los retratos. El código genético constituye un factor veraz e incuestionable que distingue y, sin embargo, no hay nada más alejado al parecido que la muestra de ADN.

Dibujo, color y retrato son los tres pilares en los que profundiza Inma Salazar en esta exposición. Trazos negros que marcan unos contornos que no son siempre barreras que controlan la extensión del color, que destaca por su fuerza. La obra de Bacon, Freud y Picasso, entre otros, es un motivo de reflexión y/o de inspiración. La selección de unos nombres frente a otros implica preocupación por ciertos aspectos de su quehacer pictórico. Inma Salazar centra su interés reciente en el retrato. La artista ha estereotipado las actitudes del hombre y la mujer, anteponiéndolas al parecido. Suele identificar al primero mediante el gesto de enseñar los dientes, un gesto que puede tener unas connotaciones arquetípicas. Los labios pronunciados aluden a la mujer señalando la sensualidad -¿previa al acto de procreación?-. Inma Salazar opta por dejar a un lado los convencionalismos en busca, como ella misma afirma, de lo auténtico, lo primitivo y lo espontáneo. Anhela llegar a lo íntimo y puro con la fuerza que entraña lo natural, lo ontológico. Los rostros llevan las marcas de la vida y, quizá, del sufrimiento. También el lenguaje de las manos y la posición de los brazos pueden encerrar un significado añadido.

Los filósofos de la antigüedad se adentraron en los secretos de la fisiognomía al analizar el semblante como expresión exterior de lo que uno es en su interior, así como de las pasiones. Los científicos estudiaron cada uno de los temperamentos, que habían sido clasificados por Hipócrates en cuatro: sanguíneo, flemático, melancólico y colérico. Los artistas intentaron establecer una formulación específica que permitiera reconocer un determinado humor o pasión temporal según se dispusieran los ojos, la boca, la nariz, los músculos de la cara o el color del semblante, entre otras cosas. La metoposcopia agregó claves de interpretación a partir de las arrugas de la frente. 

Los rostros de la serie en la que está inmersa Inma Salazar tienen un valor mnemónico. Arrastran los componentes de animalidad y de recónditos secretos que permanecen en el ser, en sus verdades, vulnerabilidad y sentimientos.

                                                                                   Conchita de la Peña Velasco

 

 

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